Rafaela Por: Esteban Ruiz07 de diciembre de 2016

Historias inéditas de la "Indy 300" en Rafaela

Más allá de la carrera, ocurrieron hechos que solo perduran en la memoria de quienes lo vivieron. Ellos nos cuentan anécdotas que marcaron a los Argentinos y a los competidores norteamericanos para siempre, llevándose valiosos recuerdos y alimentando la esperanza de un posible retorno por varios años

La primera incursión de Henry Banks (derecha) a Rafaela, sorprendido por el veloz trazado local
Al Unser filmando con su "novedosa" cámara en Rafaela, tecnología sorprendente para la época
Los coches bajaron en Paraná, trasladados en camas especiales por Aerolíneas Argentinas, hecho inédito hasta el momento. (Automundo Nº 301)
Al Unser probándose como asador, días antes de ganar la carrera. (Automundo Nº 304)
Los coches de Indianápolis estaban bien guardados y custodiados en el galpón de la firma Grossi, hoy Supermercado Pingüino
Ero Borgogno (izquierda) agitando la bandera en las 300 Indy
Bentley Warren junto a sus padres en Rafaela, luego de convencerlos de viajar desde Norteamérica a presenciar la fiebre por la Indy
Mural ubicado en el Autódromo de Rafaela en memoria de la histórica hazaña

Los coches de Indianápolis son más veloces que un Fórmula 1, y cuando de velocidad se trata solo hay un lugar donde ponerla a prueba: el "Óvalo de Rafaela". Así es como en el caluroso mes de febrero de 1971 llegaron los monstruos sobrealimentados desde el Estado de Indiana hasta la Perla del Oeste, donde rompieron un récord de velocidad que resultó insuperable durante muchos años, incluso para el mismo circuito norteamericano. Rafaela era más rápida que Indianápolis y todos saltaban de alegría, pero en medio de ese fervor ocurrieron hechos muy curiosos que pasaron desapercibidos. 

Mural ubicado en el Autódromo de Rafaela en memoria de la histórica hazaña

El Ingeniero Ero Borgogno, actual dirigente del automovilismo en el Club Atlético, no solo desempeñó un papel importante en la organización de la carrera, también tuvo la tarea de guiar al supervisor Donald Smith y su señora por la ciudad. Cada organizador local debía ocuparse de llevar a los norteamericanos a lugares de ocio e invitarlos a comer a sus casas, además de alojarlos, ya que los hoteles no alcanzaban para todos.

Ero recuerda que al momento de despedirse, ambas esposas intercambiaron souvenires; la señora Smith recibió de su parte varios rosarios debido a su conocida devoción católica, mientras que al no tener nada para obsequiar, sacó de su bolso 20 dólares. Muy agradecidos por el trato, todos los años llegaban paquetes desde Norteamérica para el Ingeniero Borgogno y su familia. Se trataba de envases con maíz inflado (pororó), ya que Smith era poseedor de una fábrica del producto.

Ero Borgogno (izquierda) agitando la bandera en las 300 Indy

La región los recibió como si fueran dioses, pero los ídolos no podían ocultar sus sentimientos. "Cuando los corredores iban llegando por la Ruta Provincial Nº 70, comenzaban a ver una multitud que crecía desde Nuevo Torino. Era tal la pasión y la cantidad de gente recibiéndolos que se emocionaron todos, incluso uno de los pilotos, Bentley Warren, llamó a sus padres al llegar a Rafaela para que viajen hasta Argentina y vean con sus propios ojos lo que estaba sucediendo".

"Todos los años llegaban telegramas desde Indianápolis pidiendo que la carrera se vuelva a repetir. Esos documentos se conservaban en un subsuelo del Club Atlético, pero lamentablemente una inundación los echó a perder", recuerda Borgogno, quien no cree que una cosa así pueda volver a repetirse. "No hay capacidad hotelera, es la limitación más grande que tenemos hoy en día".

En aquella época tampoco se estaba lo suficientemente preparado para tanta gente, a tal punto que la ciudad se quedó sin agua a las pocas horas de haber llegado la comitiva norteamericana y la gente debía bañarse por turnos. Era Sudamérica y hasta la vestimenta lo hacía saber, ya que mientras los pilotos llevaban ropa colorida típica de los años '70, aquí todavía se usaban trajes a la antigua; un verdadero encuentro entre el color y el blanco y negro. 

Bentley Warren junto a sus padres en Rafaela

Gloriosos días para el periodismo 

El periodista rafaelino Leonello Bellezze tuvo el honor de transmitir la "Indy 300" como local para la radio LT28, medio que se había creado pocos meses antes. "Fue un hecho sin precedentes en el mundo, Indianápolis se había trasplantado en Rafaela. Toda la carrera se dio tal cual como se hacía en la pista norteamericana, incluso el dueño del óvalo de Indiana, Tony Hulman, dio la tradicional orden de largada: Ladies and gentlemen, start your engines!".

"La radio comenzó a funcionar en 1970 y un año después nos tocaba cubrir semejante evento, para el cual tuvimos que extender una línea desde la planta transmisora hasta el autódromo; más de dos kilómetros de cables y fichas para empalmar que cruzaban los campos entre ambos destinos", recuerda Leonello, quien debió realizar un curso acelerado de inglés para pronunciar correctamente los nombres. 

Los medios de comunicación debían superar limitaciones tanto tecnológicas como de intereses. Poco antes de la carrera, el autódromo no contaba ni siquiera con una línea de teléfono y los reporteros del extranjero tenían privilegios extra que despertaron las críticas de los argentinos. Además, existía la idea generalizada de que los periodistas del resto del país no le daban importancia al evento por una cuestión de recelo. 

Al Unser filmando con su "novedosa" cámara en Rafaela

Con tan solo 18 años, el periodista deportivo Víctor Hugo Fux era uno más entre los jóvenes curiosos que se asomaban para observar como estas máquinas, que solo se veían en revistas como algo lejano, se lucían a tan solo una cuadra de su casa. "Todos los días me cruzaba al galpón donde se guardaban los coches de Indianápolis, donde hoy está el Supermercado Pingüino de Bulevar Lehmann, pero estaban bien custodiados y no dejaban entrar a casi nadie".

"Recuerdo que mi padre compró las entradas para la carrera y la vimos desde un lugar privilegiado, frente a la largada, lo que debió resultar un gran esfuerzo económico porque no eran nada accesibles y menos si había que llevar a la familia", rememora Fux, quien hoy es un reportero especialista del mundo motor y continúa realizando viajes al circuito de Indiana, manteniendo viva la leyenda.

"Ya habían corrido en México y Canadá, pero esa fue la primera vez salieron de Norteamérica. Para el centenario de las 500 Indy, en 2011, llevé fotos de la carrera de 1971 en Rafaela porque no tenían ninguna en exposición, aunque hasta el momento no he visto que las hayan puesto en su museo". 

Los coches de Indianápolis, bien custodiados en el galpón de la firma Grossi

La obstinación lo hizo posible

A último momento, la aerolínea encargada del transporte (BRANIFF) bajó el pulgar y se tuvo que firmar un contrato acelerado con Aerolíneas Argentinas. Trasladar los autos en avión implicó desarmar todo el interior de la aeronave, hecho inédito hasta el momento, realizando dos viajes con 14 coches cada uno entre Los Ángeles, Miami y Paraná. 

Desde la capital entrerriana venían en camiones del Expreso Santa Rosa (el cual prestó su servicio de manera gratuita), para lo que se tuvo que armar una estructura especial tipo "tijera", tarea a cargo de los ingenieros locales Gerardo Albizu y Víctor Buscarol. Una vez más el ingenio hacía posible lo que parecía irreal y desde el resto del país se veía con asombro como estos "gringos piamonteses" iban para adelante sin importar contra que se iban a topar.

Hasta el dueño del óvalo de Indiana, Tony Hulman, declaró al llegar a Rafaela que: "Si en USA tuviéramos la pasión que hay aquí, ya estaríamos corriendo en la luna". Al final, traer a la Indy representó un riesgo económico que terminó poniendo en serios aprietos a los organizadores locales, debiendo saldar cuentas con sus propios bienes y los del Club Atlético, que perdió dos hectáreas. 

Inédito día para Aerolíneas Argentinas. (Automundo Nº 301)

El idioma, otra barrera superada

Los norteamericanos no hablaban nada de español y aquí casi nadie comprendía el inglés. Para un mejor entendimiento, se dispuso de varios interpretes que terminaron conociendo a los pilotos mejor que nadie, tanto que Bill Simpson se terminó casando con su traductora.

Uno de ellos, Hugo Andretich, debió alojar en su casa a dos mecánicos del equipo de Boby Unser que no sabían a donde iban a parar hasta último momento. "Hice una llamada a casa y pregunté si había lugar para dos huéspedes, los hoteles no alcanzaban y no quedaba otra. Imaginate lo que debió haber sido para las autoridades de la Indy, acostumbrados a parar en hoteles cinco estrellas, vivir durante una semana en las habitaciones de dos por dos que les daban acá". 

A pesar de todo, reinaba un clima de jolgorio alimentado por una interminable "canilla libre" que hacía olvidar las diferencias de idioma. Desde Paraná hasta Rafaela, pasando por Santa Fe, la comitiva norteamericana fue recibida con un banquete tras otro, con toda la bebida del mundo a su disposición. Al llegar a la sede del Club Atlético, muchos ya veían doble, pero continuaron la fiesta hasta la medianoche. "Los mecánicos que hospedamos nos daban dólares para que vayamos a comprarles cervezas, se tomaban dos o tres litros cada uno y se iban a dormir casi sin comer todas las noches".

"Fueron todos días muy calurosos y no fue hasta el último domingo a la noche que se avecinó una lluvia torrencial. El clima amenazó con suspender la carrera y echar todo a perder, pero se pudo hacer, y durante la cena que se realizó esa misma noche se largó a llover de tal manera que la gente no podía oírse entre sí por el ruido que hacían los techos de chapa del salón", recuerda Hugo. 

Al Unser probándose como asador. (Automundo Nº 304)

Un año antes de la carrera podía verse al director de la competencia, Henry Banks, junto a una pequeña comitiva en Rafaela inspeccionando el circuito para indicar las mejoras necesarias. Había que ensanchar el carril, hacer boxes, guard rails y más. Pero Banks había quedado sorprendido por el tamaño de la pista, de largas rectas y curvones, estimando que se podían superar los 300 km/h fácilmente.  

En ese mismo escenario se corrían las "500 Millas Argentinas", inspirado en su homónimo de Indianápolis que se realizaba desde 1911. Esa admiración por el trazado norteamericano fue lo que terminó acercando definitivamente a la categoría más veloz del mundo. 

Aquel febrero de 1971, las "500 Indy" pasaron a ser las "Raphy 300". Difícilmente algo así se repita, aunque vayan donde vayan, no serán recibidos con tanto fervor como aquí. 

La primera incursión de Henry Banks (derecha) en Rafaela 

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