¿Se puede seguir mirando para otro lado?, por Ariel Bermúdez

"Hace tiempo reclamamos que hay ocuparse de todos los jóvenes para garantizar su derecho a la salud. El crecimiento del consumo de drogas de diseño es un problema de proporciones globales".

Opinión 22 de abril de 2016 Esteban Ruiz Esteban Ruiz
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Desde el año 2012 impulsamos en la Cámara de Diputados de la provincia un paquete de proyectos de ley sobre consumos problemáticos y adicciones que pedimos incansablemente que sean debatidos y aprobados. No es de ahora, hace tiempo reclamamos que hay ocuparse de todos los jóvenes con los medios que sean necesarios para garantizar su derecho a la salud. Este flagelo nos golpea todos los días, sin distinguir clases sociales, se hace presente cada vez que queda una cama vacía

 El crecimiento del consumo de drogas de diseño es un problema de proporciones globales y nacionales del cual Santa Fe no está exenta. Estas drogas tienen dos características principales. Por un lado que son químicas, se hacen en “laboratorio”, y la otra característica a destacar es que la sociedad no las considera “problemáticas”, ya que sus usuarios no roban, no molestan, no se internan y se escapan, no son perseguidos por la policía.

 El consumo de drogas de diseño en Argentina se segmentó en un público de alto poder adquisitivo. De hecho asistir a una fiesta como la organizada por Time Warp costaba entre $ 550 y $ 1000 cada entrada, llegando a los $ 16.000 por un VIP. Ni quienes consumen, ni las autoridades, ni la sociedad, ni siquiera sus familias lo consideraban “problemático”, al contrario se lo entendía como “inofensivo”.

 

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El absurdo y dramático caso que nos conmueve forma parte de una peligrosa tendencia que interpela. Todo el armado de estas fiestas está concebido para la venta y consumo de estupefacientes, siendo el éxtasis y otras drogas sintéticas las sustancias que más circulan y quienes las consumen no están exentos de padecer problemas neuronales, físicos y psíquicos, o incluso de perder la vida. ¿Nadie se pregunta por qué lo único que se vende es agua mineral y golosinas? ¿Los sponsors de estos productos no saben para que se utilizan?

 A pesar de realizarse en salones habilitados, se venden sustancias ilícitas y se facturan millones. Las invitaciones a través de redes sociales, el modo de traslado, la música, las luces, forman parte de una estrategia de mercado que termina poniendo en riesgo a miles de jóvenes.

¿Se puede seguir mirando para otro lado? Si es un consumo que la sociedad y las autoridades no registran como “peligroso”, no podemos esperar que adolescentes y jóvenes así lo reconozcan frente a la ausencia de un sistema que debería protegerlos, y por ejemplo no permitan que se los prive de agua y paguen $80 una botella que en otro lado consiguen al 10% de ese valor.

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El Estado debe hacerse cargo de prevenir los consumos problemáticos y de ejercer mayores controles sobre estas fiestas privadas, para evitar que arruinen la vida y salud de nuestros jóvenes, a los que invitan a bailar con la muerte, de lo contrario seguiremos lamentándolas o lo que es  aún peor, nos acostumbraremos a ellas. Accionemos ya para frenar este flagelo que sacude a los jóvenes de nuestra sociedad, manifestándose de manera distinta, en contextos y con sustancias diversas, pero que sigue siendo un problema que atañe a toda la sociedad. Es necesario implementar dispositivos específicos de prevención en serio con acciones en el territorio, en los ámbitos educativos y sociales, y asimismo disponer la infraestructura adecuada para brindar oportunidades de tratamiento a quienes no pueden salir de otro modo. Por eso insistimos en debatir los proyectos de ley que presentamos y que sean aprobadas nuevas normas para construir una política de Estado a largo plazo.

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