A pesar de haberse decretado un alerta meteorológica, pocos se imaginaban que la región iba a sufrir un temporal similar al ocurrido en año nuevo. La tormenta que llegó durante la madrugada del miércoles puede considerarse aún peor que su antecesora, debido al caudal de las precipitaciones y la persistencia de los vientos, que si bien no superaron los 100 kmph, se manifestaron de manera muy extraña, azotando en todas direcciones.

La fuerza de las ráfagas provocaron la caída de una torre de transmisión en la planta oeste de la EPE rafaelina, dejando sin luz a media ciudad durante diez horas. Además, colapsaron dos torres de alta tensión entre Rafaela y María Juana, aunque sin generar mayores problemas.

El amanecer no solo dejó ver el desastre provocado por el viento, sino también el anegamiento de calles y rutas. Los campos volvieron a mostrar un panorama preocupante a solo nueve meses de la última gran inundación.

Las calles de Rafaela se llenaron de ramas y hojas, además de algunos árboles caídos y techos que no soportaron la embestida del clima. Durante toda la mañana llovieron más de cien milímetros y las alcantarillas no dieron a basto debido a la cantidad de suciedad acumulada.

La noche anterior al desastre, el cielo se mostraba muy amenazante y los rayos se adueñaron del sector norte, pero existía gran confusión sobre lo que iba a suceder realmente debido a unos mensajes que circulaban por la web generando alarma por un inminente tornado, que a pesar de ser desmentido oficialmente, resultó muy destructivo.